sábado, 26 de noviembre de 2011




XI COLOQUIO
DE HISTORIA MUNICIPAL,
AMBIENTE Y EDUCACIÓN 2011
Sede: Museo Histórico de Carúpano
24 y 25 de noviembre


Francisco "pachico" Caraballo: un maestro excepcional.
RESUMEN

Se busca a través de esta ponencia resaltar la trayectoria de Francisco “pachico” Caraballo, nativo de Cariaco, municipio Ribero, estado Sucre, desde su nacimiento el 4 de octubre de 1920 hasta el presente. Que se ha convertido en una referencia moral en el ámbito local y regional por las condiciones especiales que no le limitaron para convertirse en maestro excepcional, vincularse al trabajo comunitario promoviendo la organización de asociaciones de vecinos y la preservación del ambiente, propiciando la participación de diversos sectores, entre ellos el educativo, en tan importante iniciativa. Para hacer posible esta exposición se invirtió varias horas de entrevistas tanto a él como familiares, amigos y vecinos que permitieron hilvanar esta presentación que está planteada dentro de las tendencias de la historia local que busca difundir la labor que hombres y mujeres de Cariaco y todo el municipio Ribero desarrollaron o desarrollan en los diversos ámbitos del quehacer social, cultural, deportivo y cualesquiera otra donde se encuentren inmersos y que sean referencia para las generaciones precedentes.
Palabras claves. Francisco Caraballo, pobreza, educación, minusválido, dirigente vecinal, ambientalista.

Ponente: Félix R. Bejarano
Procedencia: Cariaco, municipio Ribero, estado Sucre
Teléfono 0416 494 05 47
Mail: felixcariaco@gmail.com


En el año 1920, el mundo fue escenario de importantes acontecimientos que se sucedieron en el ámbito internacional, nacional, regional y local y que de alguna forma marcaron a la humanidad. En primer lugar la creación de la Sociedad de Naciones que daría pasó posteriormente a la ONU, que nace como una iniciativa de los llamados países suscriptores del Tratado de Versalles para impedir que un conflicto como la I Guerra Mundial, finalizada en 1918 volviera a presentarse. También en esa época se daban los primeros pasos en trasmisiones radiales en la república de Argentina.
En Venezuela reinaba la paz de los sepulcros y las mazmorras, bajo el puño de hierro de un hombre (Juan Vicente Gómez) que sólo había sabido gobernar para las élites, tanto nacionales como extranjeras, cercenando las libertades y confiscando los derechos de todos. Se había realizado el IV Censo de población que arrojó 2.479.525 habitantes de los cuales en el estado sucre estaban 150.212.
En el estado Sucre las condiciones eran las mismas de casi todo el país, pero con un marcado atraso en materias de salud, educación, vialidad; con una economía sustentada completamente en la agricultura, sólo resaltante en las ciudades de Cumaná y Carúpano. Para ese momento ejercía la presidencia del Estado el General Silverio González.

El 4 de octubre de ese año, en horas de la madrugada, en la comunidad de Cariaco, en un rancho de bahareque, techo de enea y piso de tierra ubicado en la conocida como “calle las cuibas” hoy llamada calle Sucre, la joven Bernarda Caraballo, de 19 años, traía al mundo su primer hijo, a quien y siguiendo la tradición familiar, le pondría el nombre de Francisco Antonio por ser ese el día de San Francisco de Asís, de acuerdo al almanaque de Rojas Hermanos. Las manos que lo ayudaron a salir del vientre de su madre fueron las de la partera Sabina Guzmán.
Su padre se llamaba Fulgencio Bejarano. Después de él nacieron Angito, Tirso, Petra, Víctor; estos tres últimos fallecieron entre el 3 de marzo de 2009 y el 30 de marzo de 20011.

El niño desde el mismo momento de su nacimiento y durante toda la vida ha tenido que enfrentar situaciones difíciles y dolorosas, la primera fue no haber podido ser amamantado por los senos de su madre; una infección mamaria, probablemente una mastitis, que de acuerdo a las condiciones sanitarias de la época no era posible un tratamiento efectivo, primero por la carencia de un centro de salud y segundo, no existían los medicamentos acordes para tratar estos casos. Gracias a dos tías y su abuela que se encargaron de alimentarlo, suministrándole agua de azúcar y dándose a la tarea de salir a la búsqueda de las mujeres que en Cariaco que estuvieran amamantando, para llevarles el niño y que le dieran un “traguito”. Así estuvo por dos años hasta que se logró ser alimentado de manera normal.
Su infancia estuvo signada por muchas enfermedades que le afectaron su salud y aunado a eso la extrema pobreza en la que vivía. Poco pudo en su niñez hacer lo que todo chiquillo desarrolla en esa etapa de la vida: los juegos. Recuerda que sólo llegó a jugar metras y como anécdota rememora aquel momento cuando un primo mayor que él de nombre Jesús Bejarano, en la casa de la abuela, le regaló una metra. Al llegar a su casa y preguntársele como la había obtenido, no valieron las explicaciones, siendo tomado del brazo por la madre y llevado al lugar donde se la regalaron para constatar si era verdad lo dicho por él.

A los nueve años su mamá le pidió a Nicasio Reyes, un vecino cercano, que tenía una bodega entre las calles Bolívar y Sucre, que le enseñara las letras, pero “pachiquito” no aprendió nada. Desde los doce años tuvo que buscar trabajo. Sus primeras labores las realizó en casas de familia como muchacho de mandado y eso era lo menos que hacía pues lo que se le asignaba como tarea era la de barrer patios y recoger la basura, lavar los “corotos”. Con la familia Núñez – Carbonell, quienes le ofrecieron a su mamá como paga, darle la ropa y la comida, le asignaron además de esas labores, que ejecutaba durante todo el día, la de llevar una vaca a pastar al monte; con ellos estuvo dos meses y apenas le dieron una camisita.

Fue llevado a Muelle de Cariaco por la familia Ramírez Salaverría, a quienes él considera, fueron los que le trataron con mayor deferencia. Esta familia tenía su casa cercana a su rancho en Cariaco y le conocían. Se fueron a esa comunidad para atender un comercio en el sitio conocido como Puerto Uban, de nombre “tesoro escondido” de uno de los pudientes de la zona llamado Tello Aguilera. Con ellos si trabajó como muchacho de mandado ya que sólo tenía que llevar el desayuno y el almuerzo desde la residencia hasta el lugar donde se encontraba el negocio.
Trabajó con la familia Tirado-Alcalá en Cariaco. Estos tenían su residencia en la calle larga, entre las calles Ayacucho y Carabobo. Su trabajo con ellos le valió que los muchachos de la época le colocaran el mote de la bomba de Tirado. El porqué de este mote se debía a que tenía que cargar agua en un barril de los llamados cuarto de carga desde el puerto de pepa, hasta la casa.

A Muelle de Cariaco regresó a trabajar, cuando tenía quince años, con la familia Espinoza-Mariani; con ellos también pasó las de San Quintín. Ante los maltratos del que era objeto decidió regresarse a Cariaco, siendo instado nuevamente por su madre, ante las carencias económicas y porque de alguna manera ayudaba en él sustento para su mamá y hermanos, aunque era poco lo que recibía por las largas jornadas de trabajo que realizaba de sol a sol. Sin embargo los maltratos continuaron hasta que decidió no regresar más a esa casa atendiendo el consejo de una señora que hacía las labores de cocinera.

Cuando tenía 14 años aun era completamente analfabeta. A Cariaco llegaban dirigentes políticos del partido Orbe y pudo presenciar varias de las reuniones que se realizaban y es así que durante esos acercamientos, se da cuenta la falta que le hacía saber leer y escribir. Se quitó de pendejada (palabras textuales) y buscó la manera de aprender. Empezó a pedir libros, y con lo que le regalaban, preguntaba que decían. De mucha ayuda le sirvió su tía Efigenia Bejarano que le enseñó a introducirse en la escritura dando así los primeros pasos, por supuesto con mucha dificultad. Su pasión hasta el momento es la lectura.

En su juventud se dedicó a trabajar como jornalero en la zona agrícola “Las Manoas”. Fue sembrador de maíz, caraotas y maní, entre otros rubros agrícolas. En los inicios del programa de siembra de arroz sembró, limpió y cosechó este cereal. Cuando se presentaba la oportunidad de incorporarse a una construcción de las que realizaba el gobierno allí se arrimaba como obrero.
Aprendió el oficio de panadero a los 17 años de la mano de Luis Ramón Cabello (Mariño) hasta convertirse en experto en la elaboración de pan. En esta etapa se da cuenta que desconoce el uso de los número y se acerca hasta el maestro de casa Urbano Bejarano quien acepta enseñarle lo elemental de la matemática y con algunas dificultades, pues el trabajo hasta horas de la noche en la panadería le impide asistir constantemente a recibir las nociones elementales, pero con esfuerzo, al fin lo logra.

La primera panadería mecanizada de Cariaco fue establecida por Rafael Morales en el año 1947, ubicada en una casa entre las calles Bermúdez y Carabobo y allí consiguió trabajo junto con Mariño realizando tareas de sobador, picador y horneador de pan.
Un día de septiembre de 1947, tenía 27 años, cuando se encontraba introduciendo masa en la máquina sobadora, que funcionaba movida por un motor a gasolina en un descuido, ésta le atrapó la mano derecha aplastándole los dedos centrales. Ese accidente lo llevó a estar recluido durante dos meses en el hospital de Carúpano.

Luego de su recuperación volvió a su trabajo por un tiempo, pues ya tenía familia y había que mantenerlos. En la colonia agrícola Las Manoas consiguió una parcela que trabajó con su compadre Juan Gómez; allí sembraron arroz. No le fue bien en esta tarea y regresa al oficio de panadero con Mariño.

Su pasatiempo preferido era el de ir de pesca los fines de semana hasta el río Carinicuao, especialmente en la época de Cuaresma, utilizando para eso la dinamita. El domingo 18 de octubre de 1952, cuando tenía cinco años después del accidente donde perdió la primera mano se encontraba preparando un taco de dinamita en su casa, artefacto que preparaba utilizando clorato, azufre y pólvora, una fórmula que aprendió con Mariño y a la que estaba acostumbrado a hacer, posteriormente por la información dada por un experto en explosivos, el estallido pudo deberse a que lo utilizado como clorato, no lo era. Los dos brazos fueron desprendidos, así como la pérdida de un ojo.

Aproximadamente tres meses estuvo internado en el hospital de Carúpano, tiempo en el cual se sintió derrotado y desesperanzado, pensando que sus hijos ya no tendrían a un padre útil. Una noche, hasta su habitación llegó a visitarlo el maestro Gregorio Antonio Espinoza que le insufló el ánimo para que se enfrentara a su nueva vida dicéndole: no se aflija, usted va a salir de aquí y va a tener una nueva vida.
Al salir del hospital y mientras continuaba su recuperación empezó a practicar la escritura. Un tiempo vivió de los aportes de la familia y su compañera hacía majaretes y bollos para vender.

Sus primeros alumnos fueron sus hijos y posteriormente los vecinos comenzaron a enviar a los suyos hasta que desde otras partes de Cariaco llegaron niños y niñas para ser iniciados en la lectura y la escritura. No ponía precio por la enseñanza, pero a él le llevaban alimentos algunos, otros le daban dinero a la semana y recibía obsequios como camisas.

Uno de sus alumnos, que no era aceptado en la escuela “Valentín Valiente” por mala conducta, a petición de su madre fue admitido por el maestro pachico y en ocho meses este se convirtió uno de los primeros de la clase. Ese niño es Manuel Meneses, en la actualidad profesor jubilado de la Universidad de Oriente.

En el año 56, vecinos de la colonia agrícola Las Manoas solicitó ante el Instituto Agrario Nacional (IAN) que se les construyera una escuela, debido a que los niños de esa colectividad tenían que trasladarse a pie hasta Cariaco. Uno de las exigencias consistía en que el maestro que para esa se designara tenía que ser “pachico”, ¿las razones? Muchos niños antes de entrar a la escuela pública pasaban por las manos de él. La escuela fue decretada en octubre 1957, pero Tello Vásquez, quien ostentaba todos los cargos en Cariaco, logró que se incluyera como maestro a uno de sus hijos. A la caída de la dictadura fue llamado a ejercer como maestro, cosa que alegró a los vecinos de la comunidad. Allí dejó una huella que sigue siendo recordada por los vecinos y por los quienes fueron sus alumnos.

No sólo se le reconoce la labor como maestro sino también su preocupación por los problemas sociales, comunitarios y ambientales. El Fue fundador de la Asociación de Vecinos de Integración Comunal (AVIC) en 1975, promoviendo con otros integrantes un fuerte movimiento vecinal en todo el municipio Ribero. El 24 de noviembre de 1975 formó parte de los fundadores del Club de Leones de Cariaco. En 1978 con una coalición de partidos de izquierda es electo concejal.

Su gran preocupación es el deterioro progresivo del río Carinicuao, que lo llevó a constituir La Fundación Carinicuao (Fundacari).

Su casa es visitada constantemente por estudiantes, investigadores que buscan y consiguen en él información de acontecimientos, procesos, personajes y parte de la historia del siglo XX en Cariaco.

Este es un poco de la vida del maestro Francisco “Pachico” Caraballo.